U merola isa'o'm Tiuxh

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Existe un tema sobre el cual cada creyente debería tener un entendimiento claro si va a caminar en completa certidumbre. Ese tema es el lado oscuro del amor: el amor de Dios. Para aclarar esto, permítanme llevarlos brevemente a una escena espantosa.

Era muy tarde en la noche en uno de los suburbios de una de nuestras grandes ciudades de América. Una niña está inquieta en su cama. Un hombre, con una mirada severa y dura, entró sigilosamente en su habitación y se acercó suavemente a su cama. En el momento en que la  niña lo vio, una expresión de terror transformó su rostro, y comenzó a gritar. Su madre corrió a la habitación y se acercó a la niña. La pequeña temblorosa se aferró a su madre.

El hombre fue al teléfono, llamó a alguien que evidentemente era su colaborador, y en voz baja hizo algunos arreglos. Rápidamente, el hombre volvió al dormitorio, arrancó a la niña de los brazos de su madre y corrió hacia un coche que lo esperaba. La niña estaba llorando y él intentó calmarla. Condujo frenéticamente de calle en calle hasta que finalmente se detuvo frente a un edificio grande y siniestro. Todo estaba en silencio; el edificio estaba parcialmente oscuro, pero una de las habitaciones de arriba estaba completamente iluminada.

La niña fue llevada rápidamente al cuarto iluminado y puesta en manos del hombre con quien se había hablado por teléfono. A su vez, la niña fue entregada a otra colaboradora —esta vez una mujer— y ambos la llevaron a una sala interior. El hombre que la había traído se quedó fuera en el pasillo. Mientras tanto, en la sala, aquel hombre introdujo un bisturí brillante y afilado en las partes vitales de la pequeña, que yacía como si estuviera muerta.

Su reacción hasta este punto puede ser: "Espero sinceramente que capturen al criminal que secuestró a la niña y fue responsable de un acto tan horrendo".

Sin embargo, no les he descrito la acción depravada de una mente retorcida. No he tomado un capítulo de la vida del hombre que está en la celda 2455, condenado a muerte. No les he relatado un crimen sórdido y sádico de un psicópata. Al contrario, les he contado un acto de amor tierno. De hecho, no puedo pensar en otra demostración más sincera de amor.

Ya ven, esa niñita se había despertado a media noche con severos dolores abdominales. Ella había estado sufriendo de esa condición. Fue su padre quien corrió a su habitación. Él había  hablado con el especialista sobre el problema, y cuando vio el sufrimiento de la niña, fue al teléfono, llamó al médico de la familia e hizo arreglos para encontrarse con él en el hospital.  Fue él quien corrió con su pequeña al hospital y la entregó al médico de la familia. El médico la llevó al quirófano y realizó una operación de emergencia. A través de todo, cada movimiento y cada acción del padre fue de amor tierno, cuidado ansioso y decisión sabia. Les he descrito a ustedes el lado oscuro del amor — pero amor, no obstante.

El padre amó a la niña tanto en aquella noche oscura cuando la llevó al hospital y la entregó al cirujano, como la amó la próxima semana cuando le trajo flores y golosinas.

Entregarla en las manos del cirujano fue tanto una muestra de profundo afecto como lo fue la próxima semana cuando la trajo a casa y la devolvió a los brazos de su madre. Amigos, el amor prioriza la seguridad eterna y el bienestar permanente del ser amado por encima de cualquier comodidad temporal o placer presente en esta tierra. El amor busca los mejores intereses del ser amado.

MÁS ENFERMIZO QUE ESTIMULANTE

En nuestro país hemos llegado a un periodo en el que el amor de Dios ha sido exagerado fuera de toda proporción en relación con los demás atributos de Dios. Y se ha presentado de tal manera que el amor de Dios parece una debilidad en lugar de una fortaleza. Se ha presentado solo en el lado soleado de la calle sin mencionar el otro lado. Existe un "amor" de Dios que para mí suena más como el excesivo cariño de los abuelos y no el empeño vital y vigoroso de un padre por los mejores intereses del hijo.

El predicador liberal ha repetido como un loro. Ha usado clichés desgastados. Ha tomado adjetivos trillados y ha dicho, "Dios es amor, Dios es amor, Dios es amor", hasta volverlo tan dulce como la sacarina, pero no ha hablado del lado oscuro del amor de Dios. Ha diluido el amor, haciéndolo parecer enfermizo y no estimulante, como si fuera solo un sentimiento emotivo y no una preocupación genuina por el objeto del amor.

ÉL NOS TRATA CON SEVERIDAD

Sin embargo, quiero que observen que existe el lado oscuro del amor de Dios. El Gran Médico colocará a Su hijo sobre la mesa de operaciones. Usará el bisturí del cirujano cuando vea un tumor de transgresión, un virus mortal que socava nuestra vida espiritual o el crecimiento canceroso del pecado. No duda en tratarnos con severidad. Debemos aprender este hecho desde el principio: Dios nos ama tanto cuando nos está sometiendo a cirugía como cuando nos colma de regalos.

Y a veces el Gran Médico nos operará sin administrarnos suficiente anestesia. Pero pueden estar seguros de una cosa: cuando lo hace, aplicará el bálsamo de Galaad. Cuando ve que es mejor para nosotros atravesar el valle del sufrimiento, que será para nuestro bienestar eterno, no dudará en dejarnos pasar por ese oscuro valle.

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